viernes, 29 de julio de 2011

Respuesta a "Por qué el infierno no existe"


Sí. Acepto que me gusta llevar la contraria y que a veces soy ofensivo. Por eso me llaman "jeta pendenciera". No voy a negarlo. Pero a mi favor, tengo que decir que yo no condeno a la gente a sufrir eternamente por llevarme la contraria, como lo hace alguien conmigo. 

Aunque parezca increíble, un católico (así se hace llamar) respondió a mi anterior post sobre el infierno.
Yo no tengo ningún problema con que la gente disienta. De hecho, me gusta que me lleven la contraria. Lo que no acepto es que un debate se convierta en amenazas. Por lo demás, son argumentos verdaderos los que deben acompañar una discusión educada, en vez de condenaciones eternas.

Pues bien, así sucedió con "católico". Primero, no se identificó. Se hace llamar "católico" a secas. Comenta sin perfil y no deja nada para ubicarlo en la web. Su primer comentario fue "Cuandose muera y se este quemando en el infierno va ver que si existe... (sic)" (Con los errores incluidos). No contento con eso, me envió un mail en el que me condenaba al infierno por toda la eternidad. Luego, un link a un blog "para que sepa lo que le espera".
Simplemente le respondí que agradecía su interés en la discusión y que su dios lo bendijera. Al fin y al cabo, él está convencido de que existe.
Publico su respuesta para que no piense que guardo la información. Además, le gente debe saber cómo es el infierno, si se entiende la ironía.


Sin más preámbulos, transcribo la descripción del infierno que me envió "católico":


"Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:
 “Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido.
Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.
Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados”."
El original está aquí.
No tengo más que agregar. No responderé ataques personales.

jueves, 21 de julio de 2011

Por qué el infierno no existe

Para un ateo como yo, que tiene plena certeza de que no existe una fuerza ultraterrena ni arriba ni abajo que castigue o que premie los actos que los humanos realizan en la tierra, es obvio que no existe el tal infierno, pues nadie va a castigar a nadie.
Es simple: lo único que hay es la tierra, lo que vivimos en este mismo instante, y al morir, todo termina. No hay nada más allá; ningún castigo eterno esperando ni un paraíso para los justos.
Sin embargo, aún en el caso de que creyera en algún dios, por lo menos hasta ahora el infierno no existe. Y ya veremos por qué.
Vamos a suponer que existe Dios (el Dios cristiano: Jehová, Yahveh, el Mesías, etc.). Supondré, por un momento, que hay en el cielo un ser omnipotente, omnipresente y omnímodo que se dedica la mitad de su tiempo a crear seres para que lo alaben; y la otra mitad, a jugar a destruirlos por no cumplir, ya sea con lluvias de fuego, con diluvios universales o con apocalipsis. Por cierto, tiene una inmensa imaginación ese Dios. No contento con quitarles la vida mortal, los condena eternamente a un castigo de fuego y azufre para que expíen sus pecados.
Mientras todo eso llega, o sea, mientras esperamos la “venida” de Cristo, ciertas personas ya han visto a Dios, o ya están en el infierno.
Según la doctrina de la Iglesia, los justos ya están junto a Dios. Por ejemplo, cualquiera de esos que se llaman “Santos” ya tuvieron la visión beatífica. En ese orden de ideas, si los buenos ya estén en el cielo, entonces los malos ya están en el infierno.
Hasta ahí todo va bien. Sin embargo, la Biblia dice que en el fin del mundo todos los cuerpos se levantarán y se unirán con sus almas para ser juzgados en el Juicio Final.
Pues bien, aquí hay una contradicción brutal. ¿Cómo podría Dios, totalmente infalible y perfecto, convocar dos veces el mismo caso en su propio tribunal y juzgar en apelación su propia sentencia? Es decir, si ya hay santos junto a Dios, ¿Cómo va este último a realizar un Juicio Final, en el que todos estarán presentes, si ya decidió la suerte de algunos? Además, si desde el principio Dios lo sabe todo, nada escapa de su conocimiento y contiene toda la existencia del universo, ¿Para qué demonios va a realizar un Juicio en el final de los tiempos, si de antemano sabe el destino de cada ser? Peor, si él mismo decide desde el comienzo la suerte de hasta el último y más miserable microbio de toda la existencia.
Creo que aquí los creyentes destruyen su propia teoría. Dios es infalible, e imaginar doble sentencia por su parte, lo que supone revisión y por lo tanto posibilidad de error, sería para ellos mismos una herejía.
Con esto, el catolicismo se equivoca: No pueden haber santos ni visión beatifica hasta el final de los tiempos, luego tampoco hay infierno.
Si bien con esto sólo se evidencia que el infierno no existe por ahora, yo tengo la certeza de que nunca existirá. Al fin y al cabo, Dios no existe.

PS: Mientras leía la biblia para escribir este post, mi mamá, al verme leyéndola, se llenó de esperanzas. Una sonrisa se dibujó en su rostro y dijo "¡Qué dicha! Volviste a creer en Dios". Le respondí que leía el Apocalipsis por reírme un rato. Su reacción fue peor de lo que esperaba.

sábado, 16 de julio de 2011

Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 2



ALERTA DE SPOILERS 

(Si te arruino la película, no es mi culpa)

No sé si alguien más notó lo mismo, pero justo hoy, el día después de la premier en Colombia de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte – Parte 2, el sol volvió a brillar como hace mucho no lo hacía.
Y con razón. Las Reliquias Parte 2 superó mis expectativas. Y creo que las de muchos, también.
Basta con ver la excelente interpretación que cada uno hace. Hasta Dan Radcliffe por fin se ha vuelto un gran actor. La escena en que enfrenta a Snape (“Tell them how it happened that night. How you looked him in the eye, the man who trusted you, and killed him”) es memorable; y la reacción de Minerva es simplemente sublime.
Creo que no exagero al decir que es la mejor adaptación de la saga (Estoy seguro que va a ser película del año). Es la primera que es fiel al libro, sólo con unas pocas excepciones. Pero está vez, la regla es la coherencia con la novela.
La producción es magistral. Efectos especiales perfectamente equilibrados: ni muchos, ni pocos; la medida exacta para no saturar al público.
Pero volviendo a las actuaciones, admiro la capacidad de transformación que mostraron ciertos actores. Por ejemplo, Ralph Fiennes, desde el Cáliz, interpretó a un Voldemort cruel, inhumano. Sin embargo, en esta última parte nos regala un Señor Tenebroso con miedo, aterrorizado. Logra transmitir el terror que Riddle sentía al saber Harry está destruyendo los Horrocruxes. Un reconocimiento para Fiennes.
Por su parte, Maggie Smith logra sacar a McGonagall del papel de anciana profesora maternal, convirtiéndola en una guerrera incansable, dispuesta a morir por proteger Hogwarts y vencer a Voldemort. Amé, particularmente, verla arrojar fuego a Snape cuando este intenta enfrentar a Harry. Smith refleja, por fin, a la verdadera Minerva.
Finalmente, pero no por ello menos importante, Alan Rickman. Siempre pensé que nadie habría podido ser un mejor Severus Snape. Y lo confirmé en esta última entrega. Definitivamente, Rickman se luce. Espero no equivocarme, pero esta sea tal vez la mejor actuación de su carrera. Ni siquiera el frio y cruel Juez Turpin de Sweeney Todd puede compararse con su Severus Snape. La escena del Pensadero y los recuerdos de Severus es gloriosa. Poder mostrar amor desde un personaje así, es algo que sólo el genio de Rickman puede hacer. Me atrevo a afirmar que Alan es, de sobra, el mejor actor de toda la saga. Y Snape el mejor personaje, por supuesto.
Hubo escenas que marcarán la historia. Por ejemplo, el beso de Ron y Hermione es perfecto. Muestra muy bien los 7 años que llevan conteniéndose. Tan perfecto, diría yo, que opaca el de Ginny y Harry, que fue flojo, por lo demás.
Está también el regreso de Harry a Hogwarts. Al encontrase con el Ejército de Dumbledore en la Sala de los Menesteres, escuchamos Hedwig’s theme. Excelente idea de Yates, igual que la de mostrar a los Malfoy abandonar al Señor Tenebroso luego de que han recuperado a Draco. Fue bueno, porque reivindica la actitud maternal de Narcisa mucho más que el libro.
Sublime la escena en que Snape exige a estudiantes y profesores que entreguen a Harry, si alguien lo esconde: Los estudiantes caminando en filas con uniformes oscuros, en un claro homenaje a The Wall; luego Severus al frente, interrogándolos, y, finalmente, la sorpresiva aparición de Harry y la irrupción de la Orden es brutal. Tus defensas fallaron, Severus.
Creo que no seguiré. Si lo hago, habré narrado todo el filme. Pero antes de terminar, hay sólo cuatro cosas que no me gustaron.
Primero, no les dieron mucha importancia a los profesores Flitwick y Sprout. Una rápida aparición junto a Slughorn y Molly colocando la cúpula es casi todo lo que tenemos de ellos. Y hay que recordar que son los Jefes de las Casas, menos Slughorn, los que organizaron la resistencia. Magistral habría sido ver a Minerva retando a muerte a Horace. Sin embargo, nos dejan sin eso.
Segundo, no acepto que continúen mostrando a Neville como un torpe nerd. Longbotton tiene mucho más. Los que leímos el libro, sabemos que se convirtió en el líder de la oposición al régimen de Snape. Tanto, que trataron de atrapar a su abuela. No obstante, es tal la intención de los realizadores de dejarlo mal, que Voldemort y los Mortífagos se burlan de él cuando es el único que planta la cara el ejército conquistador. Además, obvian el momento en que ataca al Señor Tenebroso, y este reconoce su valentía. Ver el Sombrero Seleccionador incendiarse junto a Neville habría sido emocionante, pero de eso nada. No sé por qué no lo hacen, pero Neville merece que se le reconozca su valentía.
Tercero, qué injusticia la de Yates. Prefirió no mostar al verdadero Dumbledore. Dejó a todos con la imagen del anciano sabio y benévolo. No cuentan la historia de Grindelwald y Ariana, ni su obsesión por la Reliquias. Creo que habría sido excelente saber la verdad, exhibir a Albus tal cuál era. Sin embargo, de esa escena me encantó el bebé despellejado. La parte sufriente del alma de  Voldemort estaba perfecta. Yo, por lo menos, nunca pude imaginar cómo se vería, pero creo que estuvo bien.
Finalmente, lo que más detesté, lo que aún sigo sin aceptar y sé que jamás aceptaré, es lo más sencillo: la corta duración del filme. Creo que 130 minutos son muy poco para el épico final. Pero eso es lo que tenemos.
Para terminar, sé que sonará gay, pero lo reconozco: en toda la película, lloré seis veces. Muchas gracias.

Travesura realizada.