Por
estos días, los que defendemos la vida estamos celebrando. La razón: en solo
este mes, en las dos ciudades más importantes del país, se le han dan dado
fuertes golpes a las corridas de toros. Primero, el 14 de junio fue expedida
por la Alcaldía Mayor de Bogotá y el Instituto Distrital de Recreación y
Deporte (IDRD) la resolución no. 280 (click para verla), por medio de la cual se dio por terminado
el contrato de la Plaza de Toros La Santamaría, celebrado entre el Distrito y
la Corporación Taurina de Bogotá (más adelante veremos este punto). Por otro
lado, el 22 de junio el Alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria, anunció que en su
ciudad no se volverán a financiar con dineros públicos las corridas de toros.
Ambos alcaldes cumplen, con esas actuaciones, lo que habían prometido en sus
campañas.
En
el caso de Bogotá, desde 1999 el Distrito había entregado a la Corporación
Taurina de esa ciudad la Plaza La Santamaría para que desarrollara sus asqueantes
actividades. En distintas oportunidades el contrato se había prorrogado y ahora
estaría vigente hasta marzo de 2015. Sin embargo, con la resolución mencionada
se terminó dicho contrato y adicionalmente se decidió que el Distrito no debe
indemnizar de ninguna manera a la Corporación Taurina.
Para
ello, el IDRD se basó en que la Corte Constitucional, en Sentencia C-666 de
2010 (interesante número), prohibió que la Administración Pública utilice sus
recursos para financiar actividades que supongan tratos crueles hacia los
animales y que, además, ordenó que las ya existentes deben disminuir el dolor
de los mismos. Es de anotar que la Alcaldía propuso a la Corporación Taurina
que morigeraran el dolor de los toros y evitaran la muerte de ellos, recibiendo
una respuesta negativa. Por ello, legítimamente el Distrito dio por terminado
el contrato.
Sin
embargo, algunos protestan por esto. Como es sabido, aún existen parias que
disfrutan con el sufrimiento de los animales. Columnistas como Antonio
Caballero expresaron su descontento; los toreros enviaron cartas a la Alcaldía
en las que criticaban la decisión; y finalmente, Felipe Negret, gerente de la
Corporación Taurina, presentó una acción de tutela en contra del Distrito.
Los
argumentos principales de Negret son:
- Al prohibir las corridas de toros, el Distrito ataca una antigua costumbre colombiana, desconociendo el mandato constitucional de proteger la cultura.
- Siendo los toreros una minoría que vive de las corridas, el Distrito viola su derecho al trabajo, pues acabará con su fuente de empleo.
- Bogotá dejará de recibir 5.000 millones de pesos por concepto de las corridas, afectando la economía de la capital.
Analizaremos
uno por uno.
Primero,
sobre la protección de la cultura. Antes que nada, aclaro que indudablemente
las corridas de toros son una práctica cultural. Asquerosa, sí, pero cultural
en el sentido de que ha sido repetida históricamente por un grupo humano. No
obstante, que sea cultural no implica que esté bien. Por ejemplo, la práctica
de la ablación en algunas comunidades indígenas colombianas es una cuestión de
cultura, pero todos quisiéramos que se acabara; la lapidación de mujeres en las
sociedades musulmanas es producto de su religión, pero está mal. De modo que
existen prácticas culturales inaceptables y que, por tanto, deben terminarse. Ahora
bien, en este caso existen dos deberes del Estado que se enfrentan: por un
lado, proteger la cultura; y por otro, proteger la fauna y la flora. Cuando
ello pasa, la Corte Constitucional ha determinado que se deben cumplir ambos
proporcionalmente, sin privilegiar uno sobre otro. Así las cosas, la actuación
del Distrito es correcta, pues, dado que NUNCA
ha prohibido las corridas, no ha desprotegido la cultura. Solamente cumple con
la orden de la Corte de no usar recursos públicos para este tipo de prácticas,
recursos que también incluyen bienes inmuebles, como la Plaza de Toros. Es
importante señalar que las corridas siguen permitiéndose en Bogotá, sólo que
deberán hacerlas con recursos privados. De modo tal que la Administración de
Bogotá cumple con sus dos obligaciones: permite las prácticas culturales y
protege a los animales. Es insostenible, pues, el primer argumento de Negret.
En
segundo lugar, sostiene Negret que se les viola su derecho al trabajo. Hay que
aceptar que es cierto que ellos viven de matar toros. Pero el Distrito no los
deja sin empleo, pues no prohíbe las corridas. Es decir, podrán seguir
desarrollando su trabajo, pero deberán hacerlo en un espacio distinto. En ese
sentido, no se viola su derecho. Ahora bien, considero que es inaceptable
sostener que ser “torero” sea una profesión. ¿Cómo puede considerarse trabajo
el hecho de debilitar por días a un animal sin darle alimento, para luego
someterlo a la tortura de ser atravesado por cuchillas (creo que les llaman
banderillas), sufriendo un dolor tan atroz hasta que se le dé una estocada
final o se ahogue en su propia sangre (lo que pase primero)? En esa lógica,
todos los ladrones, sicarios, testaferros, traficantes de armas, y un etcétera
largo, deberían iniciar acciones de tutela, pues el Estado viola su derecho al
trabajo al calificar sus conductas como delitos. Se cae, entonces, el segundo
argumento de Negret.
Finalmente,
Negret aduce que el Distrito dejará de percibir un importante rubro, que estima
en 5.000 millones. No conozco las cifras que demuestren que las corridas
generen ese dinero a la administración, sin embargo, haré un acto de fe y
supondré que Negret dice la verdad. Acepto entonces que Bogotá perderá ese
dinero, pero al mismo tiempo me pregunto si es admisible lucrarse con este tipo
de prácticas. Cualquier persona sensata me dará la razón en cuanto a que
recibir beneficios por matar no está bien. Es más, quién haya visto Gladiator o conozca la historia del
Coliseo romano sabrá a qué me refiero. De otro lado, hay prácticas que siendo
muy efectivas económicamente, son simplemente inaceptables. Por ejemplo, nadie
justificará el sicariato aunque sea muy bien pagado; o la prostitución, que es
un negocio rentabilísimo pero nefasto. Se equivoca Negret, entonces, diciendo
que por dinero se debe aceptar la tortura.
Por
lo anterior, las pretensiones de Negret han recibido, en términos toreros, su estocada final. Sin embargo, aún no
debemos cantar victoria. Si bien esto es un gran paso, las corridas seguirán. Debemos
entonces seguir luchando por el respeto a la naturaleza y soñar con que,
finalmente, los toros y demás animales que han sido asesinados por este tipo de
crápulas puedan reencontrarse en un mundo menos violento y más incluyente.
Yo estoy de acuerdo con Negret, me parece incluso que deberíamos volver a la esclavitud, obvio permitirle a ciertos “zarrapastrosos” que a cambio de realizar tareas serviles puedan subsistir y a aquellos que no den la talla podríamos volver a lindas demostraciones culturales que permiten el esparcimiento libre y “sano” de los altos dignatarios, algo así como el circo romano… Total ¿cuántos muertos hay a diario en Colombia? Por lo menos que sirva para divertir a algunos. Es más propongo que se incluya como opción para los desmovilizados una práctica pública de descuartizamiento, así podríamos garantizar el acceso a un empleo y de ninguna forma podríamos vulnerar su derecho al trabajo porque esto es lo que saben hacer, además permitiría a las personas que tienen ese gusto por el sufrimiento ajeno y los desangramientos que se diviertan, o es que acaso ¿no tienen las altas dignidades y las personas de sociedad como Negret derecho al esparcimiento y a la diversión?
ResponderEliminar(Como no falta el estúpido ahondar en sarcasmo sino entendió el sentido del comentario).
Con ese cuento de la cultura cómo han engañado a crédulos. Si, es indudable que nuestra cultura (que más bien es de otros) se esté cambiando a pasos agigantados. Y es cierto que debemos intentar hacer valer nuestra cultura, los actos nobles que en ella se encuentran y sobre todo seguir como comunidad enriqueciéndola. Pero es que ese acto ignominioso de asesinar a un rumiante para que humanos infames se diviertan no es más que una tradición que en nada nos debe representar. Es como si tradiciones viles también como la esclavitud y la intolerancia se hubieran perpetuado(aunque si pudieron hacerlo pero ya no bien vistos). Me parece más que justo que se deje de alimentar esta barbarie disfrazada de cultura. Cultura sí, Tortura no
ResponderEliminartodo es cierto! y estoy de acuerdo
ResponderEliminarLa verdad,se retorcía todo en mi estómago a medida que iba leyendo. Es inaudito que en pleno siglo XXI todavía se discuta sobre los actos crueles y barbáricos de la humanidad deshumanizada. Andre, tu sarcasmo casi me hace vomitar porque la cruda verdad es que la compasión sólo es una palabra y dejó de ser parte de la esencia humana. Gracias Sebastián por tu reflexión. Vale la pena apostar por la humanización de los hombres. Como dice Heredia: "no quiero ver un día manifestando por la paz en el mundo a los animales" ese día parece que llegó, que triste!!!
ResponderEliminarExcelente!!!!! lo mejor que pude haber leido hoy, es un gran paso :D
ResponderEliminares un gran paso el q se ha dado, pero aun falta... hay que tener en cuenta, como ud bien lo señala, q a pesar de ser costumbre o cultura no implica que ello sea lo correcto... Vale la pena recordar que en regiones de España, x ej. Cataluña, dicha practica esta prohibida por resultar a todas luces un tratamiento cruel para esta especie. Lo felicito por el analisis q hizo al respecto, un abrazo Sebastián Rodríguez Luna.
ResponderEliminar